[Sus Obras (16)]
Biografía
(Buenos Aires, 1962)
Compositor, guitarrista, arreglador, docente.
A lo largo de los años, se ha constituido en uno de los más importantes guitarristas y arregladores del país, siendo
solicitado por numerosos intérpretes de música argentina, para
acompañarlos y/o dirigir sus trabajos discográficos o las orquestas que
los acompañan.
Su disco solista GUITARRA SOLA, junto al libro de partituras para guitarra que lo acompaña, ha sido ternado para los PREMIOS GARDEL, como Mejor Álbum Instrumental y sus obras son interpretadas por guitarristas de distintas latitudes.
Ha obtenido varios Premios y Distinciones, entre los que se destacan los
otorgados por la Secretaría de Cultura de la Nación, en los años 1995 y
2002, por sus temas "Padre adentro" y "Lluvia fue". El 1º Premio
otorgado por Sadaic en el año 1993, por su tema "Caballo de escarcha" y
el 1º Premio obtenido en Deán Funes (Provincia de Córdoba), por su tema "Madre alfarera", en el año 1999.
Es Becario del Fondo Nacional de las Artes (años 1995 y 2000).
Tiene una larga trayectoria como director musical de agrupaciones como SANTAIRES (Sexteto Vocal e instrumental de música folklórica), EL GUITARRAZO
(Orquesta Escuela de Guitarras, integrado por más de treinta
guitarristas de todas las edades) y, también como integrante y
arreglador del QUINTETO VENTARRON, con el que ha realizado numerosas giras internacionales con gran suceso.
Además, como arreglador y orquestador ha obtenido varias distinciones,
entre las que podemos mencionar sus dos nominaciones para los PREMIOS GRAMMY LATINOS,
por los álbumes "Buenos Aires, Viaje" (2005) y "Los Bandoneones de
Buenos Aires" (2003), que grabó, en carácter de director musical,
arreglador y guitarrista, para la intérprete Adriana Nano.
Actualmente se encuentra realizando conciertos y clases magistrales en
distintos puntos del país, a la vez que continúa su labor discográfica.
Es docente en la Carrera de Tango y Folklore, del Conservatorio Superior
de Música "Manuel de Falla", de la Ciudad de Buenos Aires.
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Autobiografía:
Nací en el barrio de Mataderos (Buenos Aires), el 11
de enero de 1962. Nardo (mi viejo), era colectivero (pero le gustaba
que dijeran "chofer de larga distancia") y Lucy (mi vieja) era, en ese
entonces, una chica que había venido del campo para casarse (hermana de
un compañero de laburo de mi viejo). Viví mis primeros años en la casa
de mis abuelos, y luego nos mudamos a Lomas de Mariló, en la zona
oeste del conurbano. Tengo recuerdos borrosos de esos primeros años en
"el lejano oeste", poblados de miedos nocturnos, ante la ausencia de mi
viejo, de viaje, trancando las puertas con la mesa de la cocina,
metiendo nuestro perro adentro de la casa, a medio construir; y mañanas
soleadas, muy brillantes, a veces llenas de escarcha. Una de esas
mañanas, cuando tenía cuatro años, ÉL (mi papá),
apareció con la primera guitarra. Era de tamaño normal, pero yo no, así
que hubo que cambiarla por una más chica. Al toque, mi viejo averiguó
en un conservatorio de la ciudad de San Miguel si aceparían inscribir un
niño tan pequeño, a lo que respondieron: "debe saber leer y escribir".
He aquí una de las ventajas de estar tanto tiempo solos con ELLA (mi
vieja), me había enseñado esas cuestiones. Al poco tiempo, en el
conservatorio me habían adoptado como una especie de "mascota" (debería
ser un enano insoportable, seguramente). Mi maestra de guitarra, se
llamaba Alicia Echeverría (Licha), de quien yo estaba enamorado. Su
madre, Ethel Peluffo, fue quien me enseñó a leer música. Debo decir,
también, que, durante un tiempo que no puedo precisar, mi vieja estudió,
junto conmigo, para poder ayudarme. De hecho, aún tengo por ahí, un
cuaderno en el que ella copiaba las letras de las canciones que luego
yo (y ella también) cantábamos y tocábamos. No voy a profundizar en los
detalles de mi infancia, que fue muy feliz, por cierto, sólo
mencionaré que, gracias a que en los actos escolares tocaba "la viola",
mis maestras tenían ciertas contemplaciones con mi rendimiento en
clase. Recuerdo, también, la afición de mi viejo por la música. Le
gustaba cantar algún tanguito en los asados o reuniones y, siempre,
orgulloso, presentaba al hijo que tocaba la guitarra (o sea, yo). Cosa
que yo odiaba, sobre todo, cuando al minuto o minuto y medio de mi
"brillante concierto", la gente se distraía y empezaban a conversar.
Gajes del oficio. Estudié en San Miguel más de diez años y, al
"recibirme", con sólo catorce o quince años, una de mis maestras me
consiguió un puesto de profesor en una escuela de danzas, en la que
también se enseñaba guitarra, obvio (mis dotes de bailarín no eran
correctamente valoradas, por ese entonces), donde había más de cuarenta
alumnos de todas las edades y pelajes. Recuerdo el miedo que me daba ir
a ese lugar, en el que la mayoría de mis alumnos eran mayores que yo,
que, además, nunca había enseñado. Pero a pesar de todo trabajé ahí
muchos años, tuve muchos alumnos y aprendí a, por lo menos, perderle el
miedo a la enseñanza. Y no sólo eso, ahí comprendí muchas cuestiones
que cuando tuve que estudiarlas, incorporé sólo de una manera
superficial. A los diecinueve años, ingresé en el Conservatorio Julián
Aguirre, de Morón. Ahí tuve como maestros a Tzvetan Saveb y a Lucio
Núñez, quienes, cada uno a su tiempo, se encargaron de corregir muchas
de mis falencias técnicas y me enseñaron a interpretar profundamente el
repertorio guitarrístico. En esa época, fue que empecé a tocar, además
del repertorio clásico, bastante música popular. En realidad, desde
hacía un tiempo, con unos amigos del barrio, tocábamos música cuyana,
tangos y algo de bossa nova. La experiencia fue muy movilizante para
mí. De hecho, por ese entonces, junto con los hermanos César y Tato
Angeleri y Héctor Barría, fundamos Santaires (grupo que aún integro).
Fue Héctor Barría que me hizo continuar mis estudios en el
Conservatorio Juan J. Castro, de La Lucila, con la concertista Irma
Costanzo. A esa altura de los acontecimientos, transitaba paralelamente
el camino de la música "popular" y la música "culta", disfrutando de
ambas y sintiéndolas una misma cosa. Santaires fue mi puerta de entrada
al campo profesional de la música, ya que, a partir de ahí, tuve
oportunidad de acompañar a un sinnúmero de cantantes, hacer arreglos,
grabar y, sobre todo, aprender el oficio del guitarrista popular. Luego
estudié improvisación con Javier Cohen y Armando Alonso; Armonía y
Orquestación con Manolo Juárez , Daniel Jáuregui y Lito Valle. Pues
bien, habiendo andado mucho, el tiempo me dio la posibilidad de formar
parte del Quinteto Ventarrón, junto a grandes guitarristas, como Gustavo
Margulies, Néstor Basurto y el mismo César Angeleri (es una pesadilla
que me persigue), además del contrabajista Marcos Ruffo; con quienes
además de haber logrado ocupar un lugar importante en la historia de la
guitarra en el tango, pudimos realizar varias giras, lo que me
permitió conocer lugares tan bellos como lejanos. Hace unos años, junto
a Juan Falú, fundamos El Guitarrazo, que luego, con el aporte de mi
colega y amigo Román Giúdice y del guitarrista Eduardo Tacconi, se
convirtió en Orquesta Escuela de Guitarras. Un ámbito en el que siento
devolver, aunque sea en una pequeña parte, todo lo que la música y, más
precisamente, la guitarra, me han dado. Me dedico a la docencia desde
adolescente, habiendo transitado por diversas metodologías de enseñanza a
partir de la experiencia y puedo decir que he ido aprendiendo a
enseñar, o, también, aprendiendo junto con mis alumnos. Siempre he
tratado de volcar en la enseñanza la experiencia de la práctica y sé
que, a esta altura de los acontecimientos, el camino recorrido
constituye, por sí mismo, un capital y un fundamento invalorables. Para
terminar, sólo quiero remarcar mi sentimiento de gratitud hacia todos
mis maestros, algunos de los cuáles he nombrado en este embarullado
recorrido por mi historia "contable", y otros que, sin proponérselo,
también me han enseñado mucho de la música y de la vida.
Buenos Aires, 2008 |